sábado, 17 de noviembre de 2007

Tetsuo


Mi perro se llama Tetsuo. Estoy orgulloso de él. Lo más curioso es que casi nadie, de los que conocen a Tetsuo, comprende porqué diablos estoy orgulloso. Es un Sharpei de 21 kilos y no está demasiado bien educado.....en realidad es un eufemismo para decir que es un salvaje.
Las visitas han de pasar invariablemente por su inspección, (previo saludo estilo jugador de rugby), sólo después de oler a los intrusos durante un buen rato los deja en paz, salvando la ronda de visitas periódicas que da luego para asegurarse de que todo va bien.
Los perros no le caen muy bien y aunque consigue tolerar a la mayoría e incluso jugar con una élite elegida por él, aún hay un porcentaje, (pequeño), de congeneres que le tocan las pelotas sobremanera. Esto hace que el paseo con Tetsuo sea una montaña rusa emocional para quien lo acompaña. De hecho creo que puedo decir que sólo yo disfruto plenamente de un paseo con él.
Tiene muchos otros defectos, aunque tiene también virtudes. Aún con su aspecto fiero y sus modos bruscos y hoscos nunca mordería a nadie. Puedes dejar comida a su alcance que nunca se le ocurriría comer algo sin permiso. Respeta la casa, no muerde los muebles, siempre hace sus necesidades fuera y si tiene una urgencia te lo hace saber de forma inequívoca. A ningún caco se le pasaría por la cabeza poner un pie dentro de su territorio.
Además hay otros aspectos, que les sonarán a quien tenga perro; Iría conmigo donde sea y cuando sea. Es leal y fiel cómo sólo lo pueden ser los de su especie. Me considera su mejor amigo de modo que procuro corresponderle y disfrutar de su amistad sin reservas.
Desde hace algún tiempo, y coincidiendo con la emisión del programa de televisión “El encantador de perros”, en Cuatro, recibo presiones para que lo adiestre. Quieren que convierta a Tetsuo en un marine obediente al que sólo le falte gritar “Señor, si señor”. El problema es que a mi me gusta así. Quiero tirar de él cuando no estemos de acuerdo en la ruta a seguir. Quiero que me tire al suelo al llegar a casa y me gruña como si me fuera a comer vivo y no quiero que pierda esa mirada desafiante, directa a los ojos, que es capaz de mantener con cualquiera. Una mirada que le ha hecho ser merecedor del sobrenombre de “Coronel”.

De hecho según escribo esto, he decidido que no estoy dispuesto a adiestrarlo y a convertirlo en un perro tipo Odie, el perro de Garfield. El motivo es muy sencillo, (si todo lo dicho no es suficiente), en ocasiones, cuando forcejeamos y discutimos......es él quien lleva razón.